viernes, 20 de enero de 2017

Despedida en el portón




A punto de dejar la casa de mis padres, estaba ya de pie frente al portón, sobre la banqueta, pero no me iba, como si una voz inaudible me dijera que aún no me marchara. Un sentimiento de nostalgia me hizo girarme a ver la casa de un lado a otro y de arriba hacia abajo, como si la acción de buscarla me sirviera para encontrarla tras once años de ausencia… de su partida.

Siempre acostumbro ver la fachada de la casa antes de irme, pero esta vez me mantuve inmóvil en el mismo lugar, como indeciso, sin saber qué hacer. De pronto me invadió esa fragancia, ese aroma exquisito que me resultaba muy familiar, o al menos eso creí. Me moví unos pasos hacia los lados, luego hacia el frente y en cada movimiento no lograba percibir más ese aroma, solamente hasta que volvía al mismo punto de la entrada del portón, entonces me rodeaba ese perfume como si me abrazara. Me hacía imaginarla, cerrar los ojos por un instante y entonces ese perfume salido aparentemente de la nada, me regaló una extraña sensación de felicidad.

Era muy leve y escaso el soplo del viento. Al otro lado de la calle un par de señoras esperaban el transporte público. Me moví nuevamente hacia delante por si acaso el adorable aroma provenía desde aquellas siluetas femeninas… pero no, nada había de ese olfateable dulzor, y las descarté.

Sólo colocándome en ese punto, justo donde se unen y abren ambas partes del portón de hierro, para mi sorpresa sólo ahí volvía a captar esa divina fragancia… porque ya era divina para mi, pues sin temor a equivocarme era uno de los favoritos de mamá Chayo.

Después de un rato me despedí, hablándole al aire, al ser amado invisible y, pude marcharme con el corazón contento y agradecido.

J. Héctor Buelna


(Escrito el 23 de diciembre de 2016)


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