sábado, 8 de julio de 2017

El extraño retorno del gato Torombolo

Torombolo y yo.


Aquella gata que llegó sola, y que por una caricia y un halago hacia sus ojos ya no quiso irse, es de manera indirecta la causante de este relato. Domitila parió un cuarteto colorido casi bajo el peral, a la negrita Tomasita, al amarillo que mi amiga Claudia Soto adoptó y apodó Citrino, a un tabby color gris y el blanquito que a veces lo llamaba con el ridiculo nombre de "little white".

Todos regalados, colocados, menos Tomasita, la gatita arisca, que en realidad era macho, pero no nos dimos cuenta y por su color y sexo no fue requerido por nadie. Nos sentimos culpables!! Y es que cuando nos dimos cuenta ya estaba algo crecidito, pero mientras tanto fue la sombra de Domitila, que como buena gata pajarera lo traía de arriba a abajo, trepando árboles, era buen aprendiz el tremendo Tommy, como tuvimos que llamarle, y a partir del cambio de nombre, cosa rara nos aceptó, ya se dejó acariciar... ¿o nos perdonó la torpe confusión?

Tommy, aprendió muy bien a ser pajarero.

Pero ésto se trata más que nada del gatito blanco, al que inicialmente llamé little white, el que se llevó una vecina a su privada (no muy lejos de la nuestra). Lo quiso por pequeñito, por bonito y  por ser blanquito, así lo confesó la señora vecina de la privada contigua, y entre otras cosas, que a sus niños les iba a fascinar, y que por nombre le pondrían: "Mr. Smith"  (igual o más ridículo ese segundo nombre). ¡Adiós gatito blanco!  ¡Y pensar que cabías en la palma de una de mis manos!

¡Oh, no! Domitila parió su segunda tanda y esta vez fueron cinco, sí, pocos meses después. 
Pero como suele pasar, muy pronto de desarrollaron de tanto mamar, ah, pero el Tommy tan sinvergüenza,  no se le podía destetar, agarraba su parte como exigiendo derechos de antigüedad y, el muy chistoso se veía tan espigado, sobresaliendo de entre los cinco pequeños, sus hermanitos menores. Uno blanco fue pedido como regalo, y uno amarillo sin querer se dio a la fuga por subirse dentro del motor de un carro de un vecino, el cual sin querer se lo llevó... es una teoría, porque vimos saltar del carro al otro gatito amarillo y sospechamos que el gemelito no alcanzó a saltar por miedo. Cero y quedaban tres: La Gris (por su color), el Pánfilo y el Dominic, como los llamamos.

Domitila, posando en el jardían.


Los gatos se estiraban y eran libres, viviendo siempre fuera de casa, pero siempre en el estrecho corredor del jardín. El tiempo pasó muy pronto, y crecieron tan rápidamente como suelen hacerlo los gatos. Costales y más costales de comida hubo que comprarles, lo malo es que ya grandecitos nadie los quiso. 
Al poco ocurrió que los vecinos se quejaban de las mascotas (en general), que iban y les hacían averías en sus jardines, pero a decir verdad "nuestros" gatos eran mucho mejor portados que los de otras casas y que los "foráneos", los gorrones que venían de las privadas inmediatas. "Los nuestros" ni se metían siquiera a los basureros a husmear, pues no estaban hambrientos... creo.  Hubo incluso amenazas y advertencias por parte de moradores insensibles para todos los residentes, de poner veneno para aniquilar a las mascotas libres que se acercaran a sus casas. La especie gatuna que dependía de nosotros, peligraba, cual desastroza plaga que merece ser destruída.

Parecía que el fin del clan de los "gatijos" de Domitila era inminente, pues el ojiazul y de hermoso pelaje blanco murió atropellado; el pobre del huraño y amarillo Pánfilo no la libró de morir envenenado días después, y por suerte pudimos colocar a tiempo a la gatita de color gris. Entonces y sin querer nos quedó el dúo de antes: Domitila y su hijo fiel, el morenito Tommy.  Ahora temía que me los fueran a envenenar, pues no es dificil encariñarse de estos animalitos cuando los tratas un poco a diario. Sus miradas felices y agradecidas y uno que otro repegón a los tobillos resultan excelente paga.




¿Por qué siempre afuera? Porque nuestro límite siempre fue de dos gatos dentro de la casa: Benito y Colette. De por sí la insociable gata Colette sólo se quiere a sí misma, no soporta a otros mininos cerca de ella, y ni modo, ella fue la primera en llegar a casa.

Pero ¿cómo aparece en esta peluda historia el gato Torombolo?

Resulta que (y volviendo un poco atrás) cuando se corrió el rumor de que se estaba poniendo veneno para las mascotas mal portadas (por viles e inhumanos seres de dos patas), y aún no moría el gato blanco Dominic, mi amigo Rubén, quien es el guardia de la privada, me dijo apresuradamente:

"¡¡Vaya pronto, allá en la esquina está el gato blanco, Dominic, se está muriendo por envenenamiento!!"

De inmediato fui sin pensarlo. Ahí, en la esquina que da a la calle principal, bajo un árbol, un gato blanco se retorcía de dolor, maullaba asustado sin saber por qué sentía aquello. Estaba mojado en partes, patas, cola y panza; no sabía yo si se trataba de agua o si él mismo se había vomitado encima el agua contaminada. Me dio mucha tristeza, le hice cariños y le sobaba la pancita, mientras lo tomé en brazos y lo llevé a casa, afuera de casa quiero decir, a escasos metros de donde lo parieron. Seguía quejumbroso y me parecía que definitivamente iba a morir. 

De las últimas veces que los vimos juntos, Gris, Pánfilo (amarillo), Dominic (blanco) y el Tommy (negro).


Tomé a "Dominic" de sus patas traseras, que colgara y sacara el líquido mortal que hubiese ingerido, pero esta pueril ocurrencia no parecía servir de nada.
De pronto un recuerdo de infancia llegó como un susurro al oído, y por sugerencia imaginaria fui a traerle leche fresca. Le dí a beber a fuerzas varias veces, al menos un medio vaso.  Bajo una sombra lo tendí sobre una cobijita que usaban sus hermanos, hice un doblez a una parte y se la acomodé como almohada. Le seguí sobando su pancita, y de cuando en cuando el gato me veía por el rabillo. Se fue calmando, no sé si porque ya se despedía o porque se le estaba pasando el dolor. Le seguí masajeando un poco más, siempre hablándole cariñosamente... él sabía que no estaba solo. Poco a poco su agitada respiración se fue normalizando. Ahí lo dejé acostado, pues parecía que se estaba durmiendo. Tuve la certeza de que no moriría, no esta vez.

Durante las siguientes horas nos asomamos por la ventana y ahí seguía, advertí que seguía vivo por sus leves movimientos. A la mañana siguiente ya no estaba...  había desaparecido.

Al atardecer del día siguiente llegó un gato blanco, sí, era el verdadero Dominic, pues el anterior (como Lucy sospechó) no era nuestro gato blanco, y yo ¿cómo que no fui enfermero del Dominic?
En realidad había atendido a uno casi idéntico, cuya carita y ojos eran los mismos que de la madre. Casualmente me enteré de que la señora a quien le regalé al gatito blanco que nombrara Mr. Smith, ya no lo quiso, ya había crecido mucho y se había desentendido de él, por lo mismo comenzó a vagar y terminó bebiendo aquella agua envenenada. Y yo que creí que había ayudado a nuestro Dominic (de la segunda camada de gatitos) pero en realidad se trató del Mister Smith.



Y así fue como poco después nos entristecieron los hechos lamentables sobre los gatos Pánfilo y Dominic, uno envenenado y otro atropellado a pocos días de diferencia... sin embargo, a los pocos días, reconocí el maullido y cuerpo del gato blanco que había regresado al lugar donde naciera un año y medio antes. Le di de comer, y la verdad que me dio mucho gusto saber que se había salvado... "Ah, Míster Smith, ¿así que creciste y ya no te quisieron?"... el pobre seguramente hizo las veces de juguete para los niños de aquel hogar, y que una vez crecido se aburrieron de él y lo desecharon.

Después de que lo auxilié en su intoxicación, me parece que fue a despedirse de su antigua casa. Ésta vez ya no quiso irse. Me reconocía y se restregaba a mis pies, interpreté su comportamiento como agradecimiento. Los gatos Tommy y Domitila le temían, pese a que el gato era casi una gota de agua junto a ella. Seguramente una madre gata olvida a una de sus crías una vez que pasó un año sin verlo.

Yo rechacé el nombre que le pusiera la vecina y renombré al gato como: Torombolo.
Actualmente lo alimento dos veces por día. El Tommy ya lo acepta, creo que reconoció que es su hermanito de "tanda", ya hasta se les ve durmiendo juntos cabeza con cabeza. A Domitila la adoptó un vecino, y a veces se le escapa para que le demos de comer lo que estaba acostumbrada y aún le gusta, o porque nos extraña, o quizás ambas cosas.

Los primeros días, yo quería que Torombolo se regresara a su casa, que volviera con la señora y familia que lo alimentara desde pequeño, pero no, ya no quiso irse.

No es la primera vez que me entero, que cuando un gato muere, casi de manera mágica aparece otro gato ocupando su lugar, muchas de las veces uno casi idéntico, he sabido de casos y ahora me sucedió a mi. ¿Acaso Torombolo sabe que yo me lo traje de aquella esquina donde tirado se revolvía de dolor estomacal? ¿Sabe que está en la casa donde nació y pasó sus primeros dos meses de vida? Como sea, es muy agradecido y cariñoso. Creo, merece una casa donde se le quiera y adopte, pues él claramente pide vivir dentro de casa. Es muy lindo si se le da la oportunidad de demostrarlo.