miércoles, 16 de septiembre de 2020

El Cerro, las hormigas y los humanos

Apenas di unos cuantos pasos para comenzar mi ascenso al Cerro Colorado y una hilera de hormigas bajo mis pies captó mi atención. Siempre procuro no pisarlas. Qué diminutas que son ante el mundo, ni siquiera saben que viven en Tijuana, ¿o sí? Ellas desconocen el tamaño de la ciudad, ya ni hablar del planeta entero.

Continúo subiendo, pero descubro que en realidad no deseo llegar a la cima, sino, únicamente a la mitad del camino, pues desde ahí podré contemplar la puesta de sol, si es que me quedo a esperarla hasta después de las siete.

Parte de mi desgano por seguir subiendo, es que por el camino habitual marcado para llegar hasta las antenas, desde abajo y hasta arriba fluye una procesión de senderistas o caminantes. Y es que esperaba un poco de soledad en esas alturas. Llego hacia donde puedo intercambiar sonrisas con algunos de ellos pero me detengo para no subir más. 




Volteo hacia el lado de la ciudad, donde detrás del último terreno debe estar escondido el mar. Un vientecillo fresco me reanima y ahuyenta el calor corporal por unos instantes.

También comprendo que los humanos no diferimos mucho de las hormigas que miré al principio. Pues allá van algunos hacia arriba, en fila, otros en pareja, unos jadeando y otros conversando o riendo... y viviendo como debemos vivir, tal como se nos ha concedido: 

Ignoramos tanto o casi todo de nuestro universo, que lo que sabemos es apenas una gota de todo un vasto oceano o quizá menos. Aun así, lo que sabemos nos basta para llorar, para reír, para amar y anhelar diariamente.

Quizá desde un punto desconocido del universo, nos ven como seres muy frágiles y demasiado pequeños (como vemos nosotros a las hormigas), sin embargo, no existe ser que por más pequeño que sea, no tenga su propósito en la vida.

 Y es, entonces increíble darse cuenta una vez más, que somos como una minúscula partícula de polvo cósmico, pero que tiene la capacidad de amar, de soñar y de crear; y todo comienza en la mente, se le conecta si se quiere con el corazón, con los sentimientos y entonces aquéllo que nos parecía lejano o imposible, de repente un día lo volvimos posible.

Voy de regreso, bajando ya porque caminaré a casa y vivo lejos, que ya comienza a oscurecer y los perros salen de sus casas envalentonados, buscando el apoyo de otros perros vecinos... mientras tanto avanzo con nuevos sueños e ilusiones.