domingo, 26 de noviembre de 2017

Un pequeño amigo en el cine



Cuando nos sentamos en aquella sala semi oscura para ver la película Coco, había un asiento vacío al lado y en el siguiente un niño de unos seis años y su mamá ocupando  el asiento contiguo. El pequeño me miró fijamente, luego comenzó la siguiente conversación:

─Este lugar es para mi papá ─me dijo con seriedad.

─Ah, qué bueno, pues se lo cuidaremos, ¿verdad? ─respondí alegremente, entusiasmado porque vería una buena película. La madre muy atenta escuchó, me sonrió y no le dio ninguna importancia. En la pantalla seguían las propuestas y adelantos de otras historias animadas.

─Mi papá fue a comprarnos palomitas ─aclaró el niño, al verme comer sin parar las palomitas con chile. Estuve tentado a ofrecerle.

─Entonces te gustan las palomitas, ¡hmm a mi también! ─el chico sonrió complacido.

─Aquí va mi papá en este asiento, ya no ha de tardar ─repitió, y le vi la emoción en su carita, que bien la iluminaba la tenue luz de la pantalla gigante.

─Oye, niño ¿y no será que ya está aquí sentado, y es invisible? ─comenté de broma, le agradó, seguí con el juego y le hablé al asiento vacío:

─¡Hola señor, mucho gusto de conocerlo! ─El niño me sonrió hasta con la mirada, y creí leer en ella la frase: "éste niñote es de mi club".

Nos quedaron a deber el cortometraje de Pixar quien sabe por qué razón, y comenzaron los acordes de "Recuérdame" como apertura de la historia. El padre del niño por fin volvía de la dulcería. Algo cuchicheba el chiquillo con su padre, y enseguida me sorprendió al manifestar:

─Papá, él es mi amigo, él es mi amigo ─me señalaba al decirlo. Entonces ocupó el lugar que había reservado para su papá; ahora estaba a mi lado. Me sonrió de nuevo, comió algunas palomitas y pusimos atención a la película.




Podría dejar hasta aquí la narración pero hubo más. Sentí un cariño instantáneo por este niño, que de cuando en cuando me comentaba algo sobre la película, aunque nunca sin interrumpir demasiado (ni me molestaba para nada que lo hiciera), sus padres se daban cuenta de la ligera plática y sólo aprobaban sonrientes, porque sin duda conocen bien a su hijo y saben que es educado y sociable.
Él me preguntó si ya mero acababa mis palomitas, que él iba bien con las suyas y me las mostraba, yo le echaba un vistazo para no desairarlo, y pues le dije que le ganaría a comer. También preguntó:

 ─Tú, ¿no tienes hijos?
─No, no tengo ─fue mi seria respuesta. No le dio importancia y no cuestionó más al respecto.

La historia proyectada era preciosa, conmovedora, lograba despertarme diversas emociones, al parecer generó en los espectadores una sensible atmósfera de nostalgia... no me puso triste, había buenas y constantes razones para sonreír. Luego, por alguna razón miraba de reojo al chico, que se me figuraba muy parecido a Miguel, el personaje protagonista, quizás el perfil o la inocente mirada infantil llena de ilusión y sorpresa. La película nos tenía atrapados, pero "mi amiguito" de repente volteaba a verme sólo para regalar otra ligera sonrisa o tal vez para recordarme que él seguía ahí al lado mio. "Ojalá me pudiera tomar una foto con él al terminar la función", pensaba.

Al final todos contentos. Le pregunté su nombre (apenas hasta ese momento), me dijo llamarse Ramón, pidió saber el mío y le agradó que fuera Héctor, como otro de los personajes importantes de Coco. No, no hubo foto de los dos juntos, me dio pena pedirla y/o que los padres fueran a pensar mal de mi. Tantos años viendo cine, incluído el de animación y nunca había pasado algo así, fue... curioso, bonito, e hizo sentir que la despedida al salir de la sala fuera como la despedida con un entrañable amigo.