viernes, 16 de septiembre de 2016

Mary Libélulas (cuento infantil corto)


Capítulo 1 


Mi lugar favorito del mundo






La pequeña María abrió los soñolientos ojos, echó un vistazo hacia la ventana, la cual tenía la cortina entreabierta y alcanzó a ver el lucero del alba. “Ya hay cierta claridad allá afuera” ─pensó.


Sonriente y aún en su sopor se dió la media vuelta en la calidez de su cama, y sin quererlo se durmió nuevamente cuando únicamente tuvo la intención de cerrar los ojos para meditar en las cosas que haría durante el transcurso del día.

Un trinar sin fin de diversas aves la despertaron. Ella sorprendida por haberse quedado dormida, salió corriendo a ver el campo. Un vallado de madera enorme delimitaba su casa de una llanura tan vasta y tan verde que se le antojó una alfombra fresca con el verdor de la hierba que en esa primavera había brotado por doquier, pero una vez sobre ella, la humedad que dejaba el rocío la disuadía de acostarse a tomar los rayos del sol. 

─ ¡No importa que hayas amanecido mojado el día de hoy, mi hermoso valle! En pocas horas estará seca la hierba, y pronto, sé que me mostrarás tu faz más alegre; ¡eres mi lugar favorito del mundo! ─exclamó.


La señora Andrea es una buena mujer, estoy segura de que me quiere mucho ─pensó Mary, que es como le gusta que la llamen, en vez de María, cuando recuerda el consejo de la señora, de no alejarse demasiado y que no se demorara en su paseo matutino pues el desayuno muy pronto estaría servido y no podrían ni querrían empezar sin ella.

Mary nunca se aburre, siempre se las ingenia para entretenerse con cualquier cosa. Cuando regresa de la llanura gusta de leer un cuento recostada sobre una manta bajo uno de los ciruelos, y en ocasiones observa las ramas, que si ve una ciruela madura que no esté muy alta, sube un poco por el tronco, luego sacude ligeramente la rama que la sostiene y consigue tumbarla. Es inteligente, pues sabe que si mueve la rama con mucha fuerza, tiraría también las frutas que todavía no maduran.

A veces repite las mismas actividades, aunque no siempre en el mismo orden, otras veces pide a su papá, el señor Anselmo, que la lleve a ver el río Humaya ─pues jamás lo hace sola─, y allá chapotean un poco cuando el nivel del agua es bajo y sólo le llega a ella hasta la altura del ombligo.

Esta vez, Mary se ha ido trotando, adentrándose en la pradera, y justo al pasar la maleza alta, nota que han surgido ya las florecillas aster de unas plantas que ella misma sembrara meses atrás. Unas son blancas y las otras de un violeta azulado. Mary, feliz, se siente tentada en arrancar un puñado, pero mejor las deja, pensando en que ahí donde están van a perdurar para deleite de sus ojos, de las mariposas y abejorros que gusten libar sobre ellas.

Y, sobre sus flores, revolotean de un lado a otro las libélulas. Las hay rojas, moradas, rosas, amarillas y azules. De sus colas a veces las toma con sutileza, las observa, les habla viéndolas a los ojos, les pregunta sobre como les va en su día; luego se imagina una variedad de respuestas y, finalmente las libera para verlas volar de nuevo.

Ella adora todo lo que sea multicolor, sea natural o artificial, como pueden ser las luces de los arbolitos navideños, que cuando ponen uno en navidad, gusta de apagar las luces para verlas brillar en la oscuridad; no le agrada que sean de un mismo color.

Cuando descubre un arcoíris en el cielo, siempre admira lo variopinto que es y se pone a nombrar sus colores. Mary está convencida de que cada color le dará un significado especial a su vida, a su porvenir; por éste motivo ha encontrado especial gusto por las libélulas, que no le huyen, que son tan mansas, delicadas e indefensas, que sentarse en la hierba a observarlas es como cruzar el umbral que la transporta al mundo de sus insectos favoritos de cuatro alas, que van y vienen desde el río hasta el campo y, se imagina de pronto que se convierte en una de ellas y que emprende el vuelo junto a la compañía más especial que jamás nadie haya descubierto antes. 

Hay veces que de noche desea que sus amigas libélulas se fueran a dormir hasta lo más alto del cielo para que se conviertan en estrellas y de este modo sus luces puedan titilar en varios colores.






Capítulo 2



Mi Amiga Julia







Julia, ése es el nombre de la mejor amiga de Mary, y le gusta recordar la manera en que se hicieron amigas, ya que a raíz de un par de sucesos extraordinarios surgiría una especial amistad y luego se reforzaría. 

Fue un sábado por la mañana de un mes de junio, justo antes del mediodía, Mary, junto a su papá caminaban sin prisas por una calle ancha y larga de tierra. Se dirigían a su casa, pero en eso la pequeña notó que una niña corría con urgencia y de una forma extraña de un lugar a otro, ya fuera desde la sombra de un árbol de pingüica hacia la puerta techada de una casa pero sin entrar a ella y, de ahí, pocos segundos después salía disparada hacia la esquina de una tienda miscelánea; de pronto corría en zigzag o de pronto, como rayo, en línea recta atravesando la calle cada vez. 


─Papá, creo conocer a esa niña. Tiene poco tiempo de haber entrado a mi escuela y va en mi grupo; ella llegó de una ciudad del sur del país. Pero no entiendo que le pasa, pues le veo cara de angustia.

─Yo si sé lo que le pasa. Pero, ¿por qué no vas con ella y se lo preguntas? Si van en la misma aula creo que bien podrían ser amigas. Yo iré caminando tras de ustedes para no intimidarla. 

─ ¡Qué raro se comporta! Sigue tomando pausas bajo las sombras… ¡ah! pero está descalza. Ahora creo saber que le sucede. ¡Iré tras ella! ─dijo Mary en tono enérgico.


Su padre, don Anselmo Peraza, la siguió de cerca, con mucha curiosidad por ver como abordaría su hija a aquella niña descalza. Ocurrió muy pronto que su hija María le dio alcance a aquella chiquilla corredora y las vio refugiarse bajo las breves sombras de un álamo. 


─ ¡Hola! Tú eres Julia, te conozco. ¿Me recuerdas? Vamos en el mismo salón de clases.

─Ah, creo haberte visto, pero aún no me fijo bien en las caras de los compañeros ─dijo tímidamente.

─Mi nombre es María ─tendió Mary su mano a la niña y ella le respondió de la misma manera a la vez que intercambiaron una leve sonrisa. ─ ¿Corres así porque hace mucho calor?

─Pues sí, porque me vine a la tienda descalza y olvidé que la tierra se calienta como si fuera un comal sobre el fuego… es un comal ardiente. Y, el aire parece el aliento del mismísimo sol. Y, a esta hora me ordenaron venir a comprar tortillas para la comida del día.

─ ¡Ah, pero es verdad! No había pensado en eso… es que yo siempre ando calzada. Pero, Julia, en casa tengo unos zapatos que puedo regalarte, estoy segura que tenemos la misma medida, y yo tengo varios pares. Si te regalo un par no creo que mi papá lo note.

─No, gracias ─dijo con seriedad, enjugándose con un par de dedos los chorros de sudor que le escurrían por la frente.

─ ¿Vives muy cerca de aquí? ─Julia sin decir una palabra, solamente levantó un dedo índice para señalar la dirección por donde saliera minutos antes. ─Entonces saliste por el caminito de los álamos altos y, quiere decir que vivimos muy cerca la una de la otra.

─Hay más sauces que álamos donde vivo. Estamos muy cerca del río ─dijo Julia y sonrió mientras agitaba una mano para echarse aire en el rostro ligeramente rojo.

─Bueno, luego podría visitarte y te llevo los zapatos, para que no andes pisando la tierra tan caliente. 

─ ¡No, quédatelos, que tú los puedes necesitar después! ─dijo Julia y pegó la carrera una vez más tras alegar que se le hacía tarde.


Pero, ese sólo fue el inicio de como Mary tuvo el primer acercamiento con la que sería su mejor amiga. La segunda ocasión se encontraron por la misma calle y Mary advirtió que Julia seguía descalza. Habían iniciado las vacaciones de verano y aunque conversaron un poco menos que la primera vez, Mary le dijo que serían meses en que el calor se iba a intensificar, y que el “comal” la haría correr mucho más rápido e insistió de nuevo:


─Pero en casa hay un par de zapatos que puedo regalarte, cuando gustes ir por ellos ─reiteró.

─No. Mis padres me comprarán un par antes de volver a la escuela. ¡Adiós Mary! ─manifestó y arrancó de nuevo a la carrera como si recordara la urgencia de su encargo.


A Mary le agradaba aquella niña, y estaba empecinada en simplemente lograr que le aceptara el calzado que le ofrecía. Pronto aprendió que invariablemente Julia pasaba a la misma hora por aquella calle, de modo que quiso cambiar de estrategia para convencerla de aceptar el obsequio, que bien pudo habérselo llevado, pero quería que la misma Julia fuera hasta su casa para que eligiera el par que más le gustase. Así que la tercera vez que la vio salir por el camino de los álamos fingió que se encontraba con ella por casualidad, cuando julia sorprendida le dijo:

─ ¡Hola Mary! Pero…. ahora, ¿por qué tú también andas descalza?

─ ¡Ouch, hola Julia, que se me queman los pies! Apenas lo soporto… pero así andaré de ahora en adelante por solidaridad contigo. 

─No entiendo que quieres decir, pero no es bueno que andes así. ¡Mira, tus pies blancos ahora se ven colorados! ─exclamó Julia verdaderamente sorprendida.

─Ni modo, me aguanto lo caliente de la tierra. Oye, podríamos ser muy buenas amigas ahora que estemos de vuelta en la escuela. Aunque creo que descalzas no nos van a dejar tomar las clases.

─ Y… ¿todavía tienes los zapatos que me querías regalar? ─preguntó sonriente.


Ya no hubo razón para que anduvieran descalzas. Julia aceptó visitar la casa de Mary, eligió un par de relucientes zapatos semi nuevos que le parecieron hermosos y los usó con enorme gusto. Agradecía el regalo a su amiga cada vez que coincidían en la calle.

Al transcurso de un mes ya eran muy buenas compañeras y confidentes. Eventualmente se visitaban la una a la otra a sus respectivas casas. Y, fue en una de esas visitas en que Mary se encaminó a casa de su amiga, pero la madre de ésta señaló que la traviesa de Julia andaba seguramente por el rumbo de los sauces, muy cerca del río. Mary sin perder tiempo corrió a buscarla. Al cabo de varios minutos de no verla, decidió gritar el nombre de su amiga:

─ !Juliaaaa! ¿Julia, dónde andas? ─gritó, sin obtener respuesta, se giró y quedó de frente a un perro con mirada roja y de apariencia enfermiza; le salía espuma por el hocico y babeaba tanto que aquello le pareció realmente anormal. Se quedó paralizada del miedo al no saber que hacer y...


¿Te ha gustado el adelanto?  Son nueve capítulos.

Te comparto el enlace del trailer del E-book:

https://www.youtube.com/watch?v=mSnCFItnS04

¡Gracias por tu visita y por compartirlo!



martes, 13 de septiembre de 2016

Seres de Luz





Aquel día que se fue Esperanza, perdió con ella también a Luz.
Soledad fue recurrente, quería quedarse a vivir con él;
le dijo que fuera y viniera.
De pronto, preferió a Dolores, pero tampoco la soportó.

Ahí estaban Jazmín y Rosa, tan bellas como coquetas, desde un jardín ufano.
Margarita no le era indiferente, pero optó por agazaparse tras la ventana,
siempre oyendo los consejos de Alma, gracias a Refugio quien se la señaló.

Buscó nuevamente a Esperanza y le puso Amparo por segundo nombre.
Le imploró que fuera su amiga para siempre.

Con ella recorrió mil sitios, entre lo mundano y lo espiritual, hasta que un buen día...
de pronto, logró ver diminutos destellos.
Victoria estaba de pie esperándolo; lo congratuló por llegar hasta ahí y,  de improviso...
Milagros abrió la puerta.
Fue una ceguera momentánea. El umbral resplandeció, en una inconmesurable felicidad.

¡Ahí estaba ella de nuevo! Su siempre sonriente Luz...
¡Lo ciñó con sus brazos! ¡La envolvió en los suyos!
Iluminó su ser con su tenue luz violeta.
El universo celebró con lluvia y relámpagos
después sonrió con un sublime arcoíris, pues ellos...
en un perpetuo beso, se fundieron.





jueves, 1 de septiembre de 2016

Juan Gabriel: Un Legado para el Corazón



Me ocurrió en 1978, oír cantar a Rocío Durcal "No lastimes más", autoría de J.G. tenía cierto impacto y encanto en mi... yo en edad de kinder, ¿cómo podía ser posible? Y la letra, y la melodía parecían tocarme el alma como si ya hubiera vivido lo que en ella se narraba, o quizás como un presagio de algo por venir. Para entonces, el llamado Divo de Juárez apenas tenía siete años de carrera artística, pocos pero muy fructíferos.

En 1980, yo de niño y lloriquear por oír en radio "He venido a perdirte perdón" era extraño. Una letra conmovedora, que no tenía por que identificarme con ella, pero imaginaba el sentimiento del autor para escribir y cantar aquello tan emotivo, que el estribillo se me quedaría para siempre.  ¡Y qué bonito sonaba "No me arrepiento de nada" en la voz de Estela Núñez!, con esos cambios melódicos, dignos de una mente con gran genio musical.

En 1984, odié una camisa roja que me regalaron, que la llevé a la primaria, y la carrilla fue terrible, me decían que era igualita a la de él, y que les cantara "Querida", la de su video donde él aparece con su famosa camisa roja... yo, "trágame tierra". No me la volví a poner jamás. En el fondo la canción me parecía hermosamente creativa, pues era tan "musiquero" que no podía ignorar el sentimiento tan certeramente impreso en esa canción. Al año siguiente que boom resultó el dueto con la señora Durcal, "Déjame vivir", todo mundo la coreaba, y pocos podían imitar a lengua suelta el: "¿No tienes nada, nada, nada, nada, nada?

En 1994, mi primer regalo "amoroso" y porque ella así lo solicitó fue el album "Gracias por esperar"... totalmente significativo para mi, romántico para ella, llegador con sus letras, pero... en pocos meses elegí cantar en un concurso la canción: "No me vuelvo a enamorar", para intentar sacar la profunda tristeza y desilusión que me embargaba. El primer amor se resistía a desvanecerse, pero las canciones me servirían de desahogo.

Por el 2000 y por varios años, canté en las ferias (teatros del pueblo) canciones de varios artistas, y claro que algunas de él, como el tema: "No tengo dinero", pero al parecer no me daba buena suerte, ya que la señora que me invitaba no me pagaba cada vez que incluía esa canción en el repertorio, y al término de mi "mini-show" argumentaba: "Sabes Héctor, ésta vez no te voy a pagar porque yo tampoco tengo dinero" ─reía ella─ y yo: "No se preocupe, que lo hago por gusto y no por dinero", pero deseando que para la próxima sí me pagara.

Lucy y yo, en los últimos dos años, mientras vamos en auto de una ciudad a otra, a veces cantamos sobre el audio de "Los Dúo, y Los Dúo 2" (sus últimos dos discos)... Es bonito ir cantando con alegría y volver aún más grato el recorrido. Y yo que me saboreaba ya "Los Dúo 3" para, posiblemente fines de año.

¡Un legado para el corazón de quien hizo derroche de su vasta inspiración!
Qué en Paz descanse Alberto Aguilera Valadez... Juan Gabriel no, el artista nunca morirá.