miércoles, 25 de septiembre de 2019

Cuando yo quería ser grande



Cuando yo quería ser grande
no sabía bien lo que quería ser,
porque deseaba ser niño por mucho tiempo.

Porque iba y venía por doquier, desde las aguas de un río hasta enconderme en los platanares o bajo las ramas de un sauce abrazado de mi perro. Corría a recoger el primer mango maduro que había caído y a levantar las ciruelas que ruidosas rodaban por el techo de lámina de la casa de mi abuelita. Ganarle así a los demás niños, aunque eso no importara demasiado, pues luego habría muchas para compartirlas entre todos.
Deseaba seguir siendo niño para jugar con algún viejo juguete o con uno nuevo que yo mismo había inventado. Para echarme sobre la hierba húmeda para admirar las coloridas libélulas, o para perseguir en vano a un chapulín que se reía de mí mientras se escurría entre los pastizales.

Deseaba, sin embargo, crecer un poco y... tenderme bajo la sombra de un álamo a soñar con ser cantante, a imaginar ser médico o ser licenciado, a fantasear con ser deportista o ser dibujante, ser compositor, ser arqueólogo, ser músico, ser... y ser tantas cosas.

Mas con el tiempo, uno añora los días en los
que simpemente deseaba ser; los días en que muchas cosas materiales escaseaban, pero uno sin ser consciente de ello, era sumamente feliz con todas las maravillas del entorno, y con todas las posibilidades de crearme los momentos de felicidad con tan sólo usar la imaginación.

Cuando quería ser grande no sabía bien lo que quería ser,
porque deseaba ser niño por mucho tiempo.
Aunque quizá hoy siendo adulto deberían preguntarme:
¿Qué te gustaría ser cuando seas niño?