martes, 8 de marzo de 2016

Madre Celestial



Dormía abrazado a tus ropas, las últimas que usaste mientras vivías en casa. Quería sentir tu aroma, tu presencia y desechar cualquier idea de tu ausencia, por eso es que cada noche, tus postreras prendas se volvieron mi compañía.

No quería que mis lágrimas las humedecieran, ni que mis puños las estrujaran hacia mi sofocado e inconsolable pecho, las estrechaba con suavidad.

Encadenado a la pesadumbre, una larga temporada así transcurrió, hasta que resignado, aquellas ropas guardé, no para olvidar, solo para mitigar un poco el dolor.
Y aunque la tristeza se había mudado a mi habitación, te inventé un viaje, una nueva vacación, del cual volverías algún día, cuando quisieras, cuando me echaras de menos.
He deseado que me llevaras a ese viaje, con gusto me hubiese metido en tu maleta si cupiera dentro de ella.

No obstante, sería egoísta si te pidiera que volvieras ya, pues te prefiero rodeada de luz y en una amarilla rosaleda, tu color favorito. Porque te quiero inmensamente feliz, por eso mejor quédate allá, y te ruego me invites a verte cuando tenga que abandonar mi actual morada. 
Por el momento siento que muero de mil maneras por tu partida.

Porque sí muero... muero de ganas por oír tu voz, por besar tu sonrisa, por sentir tus labios pintando de carmesí mis mejillas, por oír tus pasos por los rincones de la casa... por tantas cosas que podría mencionar, pero sobre todo ¡por volverte a abrazar!


                    En memoria de mi querida Madre: Rosario

No hay comentarios.:

Publicar un comentario